viernes, 15 de noviembre de 2013

MINGO, la leyenda viviente de Colegiales

Domingo Biscione,el emblemático delegado y utilero del club Colegiales, cumplió 90 años. 

El 5 de octubre no fue un día más en la vida del Club Colegiales. Y mucho menos lo fue para el legendario Mingo. Ese sábado la sede de la calle Teodoro García se vistió de fiesta para agasajar a uno de sus próceres. Acaso, el máximo referente actual en trayectoria, en identificación, en amor por los colores. Pero no sólo en el club Mingo es apreciado. Como aditivo, cabe resaltar que para el barrio entero es un personaje especial, ya que Colegiales lo vio nacer en una humilde morada de Palpa y Freire, y aún hoy lo sigue cobijando en una vivienda situada a pocas cuadras de aquel lugar.
Más allá de lo acontecido ese día, una tarde de primavera lo encontramos como en innumerables ocasiones. ¿En qué lugar? Qué otro que su amada institución. Allí estaba: doblaba camisetas y las acomodaba con una paciencia infinita. Le dijimos que queríamos hacerle una nota. No fue necesario que consultara en una agenda ni que esperásemos un turno. Simplemente, contestó: «Bueno, ahora voy». Guardó la ropa en la utilería y provisto de una lucidez enviable, se sentó en el Restó Bar a conversar animadamente sobre el club y el barrio; sobre pasado y presente. Y de una larga y apetitosa charla, extrajimos los siguientes párrafos:
«Palpa 3119. Ahí vivíamos con mis padres, que eran inmigrantes italianos, y mi hermana. Esto era casi todo campo. Vos te parabas mirando para un lado y veías hasta Chacarita; girabas la cabeza y veías hasta Cabildo. Siempre repito que soy cinco años mayor que Colegiales. Yo nací en 1923 y el club, en 1928».
«Me casé en 1950 y nos fuimos a vivir a un tiempo a Villa Urquiza. Pero después, cuando murieron mis padres, volvimos a vivir a esa casa. Tuvimos dos hijos, Miguel y Griselda. Mi señora falleció en 1974. Ahora vivo en Conde y Lacroze, en un departamento de un ambiente. ¿Para qué quiero más? Si no estoy nunca. Prácticamente todo el día me la paso en el club».
«Ahora soy socio honorario, pero tengo que reconocer que al principio no le daba mucha bolilla. Ni siquiera me gustaba el básquet. Yo era más del fútbol, por eso también soy hincha del Colegiales que está en Munro, pero que nació acá cerquita».
«Todo cambió cuando volvimos al barrio y traje a mi hijo a jugar acá. Tenía 9 años. Era bueno. Pero también le tiraba mucho el fútbol. Y jugaba en las inferiores de Boca al mismo tiempo. Le costaba decidirse por uno de los dos deportes. Hasta que las circunstancias de la vida lo hicieron elegir el básquet. Después de Colegiales jugó en YPF y fue compañero de Osmar Sarmiento, el actual presidente del club. Hoy tiene dos hijas, y mi hija me dio dos nietos más».
«Yo trabajé hasta el 85. Era medidor de madera. Un oficio que no sé si sigue existendo. En su momento nos iba bien. Eramos cuatro socios. Hasta que la empresa se disolvió y me fui a trabajar como empleado a un negocio de maderas de Lacroze y Alvarez Thomas. Ahora soy jubilado y trabajo en el club, que es mi hogar. Si no existiera me las vería mal, me sentiría muy solo. La verdad, que no me puedo quejar. Estoy donde quiero estar, más no necesito».
«Al club lo veo bien. La Comisión Directiva es muy buena. Levantó mucho todo esto. La mejor época deportiva fue la del 55, donde jugamos en primera en Primera en básquet, pero más adelante hubo tiempos malos y se sacó la actividad. Pero ahora esto está mejor que nunca socialmente. Hay días en que en el bar no hay mesa para venir a comer».
«Acá empecé a colaborar cuando mi hijo jugaba. Fui delegado de mini, después de primera.... Así la gente del básquet me empezó a conocer. Y a lo máximo que llegué, es a haber estado en la mesa de control en la final del Mundial 90, que se jugó acá en la Argentina».
«De salud estoy bien. Me tengo que cuidar un poco en las comidas, no comer tanto picante. También tengo un dolorcito en una pierna. Pero ando fenómeno. Mi abuelo murió a los 94 años. El viejo no tenía ni dientes y comía asado. Mi papá falleció a los 92. Debe ser de familia....»  

Una tarde plena de emociones vivió Mingo el día  de su cumpleaños. Recibió besos, abrazos, felicitaciones, regalos y condecoraciones. En síntesis, innumerables muestras de cariño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario