jueves, 25 de julio de 2013

Así se vive en el Club Colegiales la... PASIÓN POR EL BÁSQUET

Desde que se fundó, en 1927, el Club Deportivo y Social Colegiales, puso especial énfasis en el básquet. Todavía hoy, la predilección por ese deporte perdura en el ámbito de la remozada sede de la calle Teodoro García.  Un domingo de julio, hacia allí se dirigió La Voz de Colegiales, para confirmar desde el lugar de los hechos, una verdad que no amerita comprobación científica: en el club, se respira básquetbol.    

La noche cae sobre Buenos Aires. Las sombras comienzan a reinar en la calle, mientras la potente iluminación de Teodoro García 2860, es el indicador de que hay movimiento en la vieja entidad barrial. A las 20.30, está programado el partido ante Platense. El runrún está en marcha. Una hora antes, el buffet se va poblando de caras conocidas. Por allí anda Gustavo Ferrer, el dueño del remodelado bar temático. Empiezan a llegar los jugadores y sus familiares. Germán Guttelsohn, padre de tres basquetbolistas del club (¡nada menos!) conversa animadamente con el DT Sebastián Bracco en una mesa. Ya llegó el directivo Alberto Feder, quien nos informa la particular forma de disputa de los torneos: «El equipo que hoy recibe a Platense es el alternativo, que participa en Primera D. Colegiales va primero. El equipo principal está en Primera B, donde la rueda clasificatoria ya terminó y estamos esperando ver qué grupo nos toca».   
A las 20.15 la tribuna de la cancha se va revistiendo de hinchas. El lleno no es total, como quizás ocurriría en Primera B, aunque la cantidad de público es interesante, inclusive, con algunos visitantes que ocupan el sector más alejado de la puerta. Tras la entrada en calor, hacemos la foto del equipo, previa autorización del entrenador. «Hoy sí, en estos partidos hay menos nervios», accede Seba Bracco con una sonrisa. 
Minutos más tarde, comienza el partido. Son cuatro cuartos de diez minutos, con reloj detenido si la pelota no está en juego. El encuentro es parejo. A Cole, los cotejos de esta divisional le sirven para rotar su numeroso plantel. El técnico, aprovechando los cambios ilimitados, hace jugar a todos. También, a los que procedentes del team titular, necesitan fogueo. En cada «tiempo muerto», un gurrumín de no más de 10 años entra a la cancha con una pelota y, desde lejos, acierta al aro con asombrosa precisión (¿un futuro crack?). Termina el primer cuarto con un equilibrado 16-18. De inmediato arranca el segundo. Los aplausos brotan cada vez que hay un doble. Y ni que hablar, si viene un triple. Cole tiene un momento favorable pero la pelota no entra. «¿Seis tiros y no embocamos ninguna?», se queja Bracco en el banco. Y el segundo cuarto culmina 33-32 a favor de los Calamares. 
Luego de un descanso de diez minutos arranca el tercer cuarto. En cuanto a emoción, se viene lo mejor. En cuanto al juego, para el local las cosas se complican, a medida que la temperatura del match sube y los fallos arbitrales se tornan polémicos. El juez pide que retiren a un espectador. «El señor de saco, se va». Y el padre de los Guttelsohn se ve obligado a dejar el recinto («yo no dije nada, no sé por qué me echó», diría después) mientras Platense saca la máxima diferencia. Al cabo del tercer cuarto, son once los tantos que lleva de ventaja la visita. 
Pero aquellos que creen que Cole está muerto, se equivocan. Una notable reacción le permite al equipo sobreponerse a la adversidad y empatar en 64 a sólo 24 segundos del cierre. Los instantes finales, son de alto vuelo emotivo. Platense tiene la posesión del balón y la monopoliza a través de un base gordito y escaso pelo, que pese a tener poca pinta de player, hizo un partidazo. El jugador calamar arranca en mitad de cancha y va para adelante. Nadie lo detiene. Ya debajo del aro, tira... y acierta.  De no creer. Falta... ¡un segundo! 
A continuación, piden tiempo muerto en uno y otro banco. Pero nada alterará el 64-66 para Platense. Hay una sensación de fastido en los momentos posteriores. «Es que estábamos tan cerca...» Sin embargo, la bronca pasa rápido. Los jugadores se van al vestuario y el Restó vuelve a llenarse de bullicio, sonrisas y comentarios del partido. «¿Te quedás a comer?», pregunta un parroquiano. «Dale», asiente otro. Y así, cerca de la medianoche, culmina otra jornada repleta de emociones, donde el deporte y un inconfundible aroma a barrio, una vez más se dan la mano. 

 En una de las vitrinas, está la nota que La Voz de Colegiales le dedicó al club por el ascenso del año pasado.
 La hinchada expectanete en la tribuna lateral
 Mingo, encargado de la utilería y personaje legendario del club.
 En una pantalla del Restó se puede ver el partido en circuito cerrado.
Un momento cumbre del partido: falta para Cole

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