lunes, 22 de julio de 2013

PEQUEÑAS HISTORIAS EN EL MERCADO DE LAS PULGAS

Aproximadamente 150 puestos tiene el Mercado de las Pulgas. Uno de ellos, es el de Rita y Miguel, un matrimonio que se estableció hace 17 años en el predio del viejo Mercado de Dorrego, y con el mismo entusiasmo, continúa ofreciendo sus artículos a los coleccionistas que visitan el remodelado edificio comprendido entre las calles Alvarez Thomas, Concepción Arenal, Enrique Martínez y Santos Dumont. 
Una fría tarde de julio, La Voz de Colegiales se dio una vuelta por el Mercado y entrevistó a Rita -su marido no estaba presente-, quien con suma amabilidad relató las cuestiones  más interesantes relacionadas a «Kuriosity», tal el nombre de fantasía del emprendimiento que con enorme cuota de pasión llevan adelante en el histórico predio.
 «Esto nació porque a mi marido le encanta coleccionar cosas. El juntaba, sobre todo, muñecos, monedas, estampillas...Igualmente, en el puesto que teníamos anteriormente a la mudanza, lo que vendíamos eran más que nada, muebles antiguos y artículos de iluminación».
La mudanza a la que Rita hace referencia, ocurrió en 2005. Ese año, por una disposición municipal, el Mercado dejó provisoriamente su sitio actual, para establecerse en la manzana adyacente. Una vez que estuvieron terminadas las refacciones, en 2011, se produjo el retorno de todos los puesteros a la ubicación tradicional.
 «El negocio que teníamos antes era más chico, de sólo 9 metros cuadrados. Ahora tenemos más del doble de espacio», cuenta Rita, mientras atiende a un fanático de revistas de la línea Patoruzú, quien tras inspeccionar cuidadosamente los comics, termina llevándose seis ejemplares. Feliz por su adquisición, el hombre, de unos 50 años, se detiene en un álbum de figuritas de la década del 70. Pregunta si está completo. «Le faltan sólo tres», responde Rita. El comprador agradece y sigue su camino.

 En el amplísimo abanico de curiosidades del local, uno de los fuertes es el de los relojes antiguos: hay nacionales, alemanes, japoneses... «Cuando la gente pregunta el precio por ahí se sorprende porque quizás espera que sean muy bajos. Si no es así, es porque los objetos que están a la venta no los ves en cualquier parte. Son artículos poco comunes, que, para encontrarlos, tenés que caminar muchísimo».
De eso, precisamente, se encarga Miguel, que se la pasa recorriendo ferias y plazas procurando abastecer tanto el negocio familiar, como su propia pasión por ese tipo de coleccionismo. Cuando le preguntamos a Rita qué es lo más raro que hay a la venta, nos muestra un misterioso artefacto cuya función sería indescifrable, de no ser porque  ella misma nos aclara de qué se trata: «Es un matamoscas de origen alemán. Su forma es tan extraña que nadie sabe para qué se usa. Entonces me preguntan y yo les digo». Para la dueña de casa, el hecho de que su clientela no consiga descubrir la esencia del singular aparato, implica una suerte de divertida sensación.

A la hora de hablar de los famosos que han visitado su puesto, Rita explica: «El Mercado esta lleno. Una vez Natalia Oreiro se llevó un teléfono. También Pablo Rago compró. Y hubo más, pero la verdad que no lo recuerdo bien porque no soy nada cholula. El choluleo no me gusta. Siento como que se van a sentir incómodos y al que viene, lo dejo mirar tranquilo y no lo molesto».
Por último, deja su opinión con respecto a la organización del Mercado en general. «Los comerciantes estamos agrupados en una Cooperativa de la cual yo soy vocal. Por otra parte, al igual que años atrás, este predio sigue siendo municipal, pero con la diferencia de que ahora está bajo la supervisión de la Dirección de Ferias y Mercados, un organismo que nuclea a un montón de lugares de similares características».
Poco antes de despedirnos, debemos interrumpir otra vez la entrevista. Una pareja acaba de ingresar al local.Si bien estamos a unos metros de distancia y no alcanzamos a entender lo que hablan, nos damos cuenta de que son turistas brasileños. Preguntan algo, Rita contesta, agradecen y continúan su caminata por el pasillo. Minutos más tarde, también nos retiramos nosotros, dichosos por haber conocido una de las tantas historias que enriquecen al señero Mercado de la Pulgas y, en consecuencia, también a nuestro amado barrio. 

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