El 16 de diciembre, Defensores de Chacarita festejó sus primeros ochenta años. Es cierto, si nos sometemos al «reglamento», no es difícil darse cuenta que con esa denominación y ubicado en Elcano y Charlone, no pertenece al barrio de Colegiales. Sin embargo, en nuestras páginas también solemos ocuparnos de los vecinos, y más aún cuando se trata de una entidad amiga que irradia simpatía desde una humilde morada en la que no hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que todo allí está hecho a puro corazón.
Tuvimos la satisfacción de comprobarlo una tarde de primavera. En ocasión de pasar a tomar algo fresco por el buffet del club, nos encontramos con Silvia Michou, su presidenta. No nos conocíamos, pero enseguida fuimos presentados y, unos minutos después, ya estábamos sentados a una mesa manteniendo un amable diálogo, que en realidad fue una suerte de reportaje en la que la entrevistada nos resumía la actualidad y la historia de Defensores. Así, nos enteramos que ella era la vice, pero ejerce la presidencia desde enero de 2014, debido al fallecimiento Ricardo Daniel Tolisano, que era el presidente. Además, nos contó que integra la Comisión Directiva desde hace 12 años. Que llegó como un simple mamá que traía a sus hijos Maxi (hoy, 22 años) y Brian (19), y nunca más se alejó, pese a que ellos hace rato que terminaron el baby fútbol.
Enseguida, comenzamos una recorrida por las instalaciones, modestas, pero muy confortables. Y a medida que nos mostraba la canchita descubierta, el buffet y la parte de arriba, donde hay una terraza y un par de salones, daba cuenta de las actividades que se desarrollan. Por ejemplo, el baby, cuya escuelita de 5 a 13 años, es el punto fuerte de Defensores, y más allá de su función recreativa, durante el año se da la competencia contra otras escuelitas.
En la cancha, también hay patinaje artístico para nenas, mientras que en las demás dependencias, se llevan a cabo clases de salsa, pilates, tango y taewkondo para chicos y adultos. Un grupo de jubilados se reúne con regularidad en el buffet Casi todas las tardes se juntan a jugar a las cartas, y los viernes, se quedan a cenar. Hace unos cincos años, llegaron procedentes del Sporting de Villa Ortúzar. Y nunca más se fueron.
Una pregunta que es inevitable hacer (¿cómo subsisten?) tiene una respuesta muy sencilla: «Una buena parte de los ingresos está dada por el porcentaje que nos va dejando cada disciplina, lo mismo que la concesión del buffet. Pero igual no sobra nada. Acá todo se hace a pulmón», enfatiza Silvia. La aclaración no está de más, pero de ninguna manera es sorpresiva, ya que en este tipo de clubes -como dice la presi-, no sobra ni espacio físico, ni dinero, ni tiempo, pero sí el corazón generoso de cada uno de sus miembros (que tampoco sobran). El mejor ejemplo es Oscar Saranitti, el mítico tesorero de Defensores (dicen que ha sido el único de toda su historia), que sigue colaborando con idéntico entusiasmo que en sus años mozos, como cuando en el patio descubierto, se practicaban básquet y voley, deportes que le cedieron su lugarcito al baby fútbol para nunca más regresar.
A la hora de la despedida, la amabilidad de Silvia va de la mano con una invitación difícil de rehusar. «Están en su casa, vuelvan cuando quieran». A decir verdad, no hacía falta que nos insistiera: gracias a que nos cautivó su incomparable mezcla de sencillez, misterio y espíritu de barrio, seguramente muy pronto volveremos a Defensores de Chacarita.
Su única cancha, vista desde la terraza.
El acceso al club, sobre Elcano.
Silvia Michou, la presidenta (remera oscura) junto a la profe de pilates.
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