En el barrio, ante el avance de las grandes cadenas de supermercados, fueron muchos los almacenes que cerraron. Otros, trataron de aggiornarse y gracias a la obstinación de sus propietarios, se mantienen de pie. A algunos les hicieron un «lavado de cara» y si bien su antigüedad es elocuente, consiguen adaptarse a estos tiempos.
Pero existe un almacén que, en forma misteriosa, parece completamente perdido en el tiempo. Ubicado en la ochava de Conde y Virrey Avilés, contrasta de modo notable con el espíritu progresista que reina en esa zona de Colegiales.
Del lado exterior, lo único que cambia a través de los años es el color de las paredes, que varía de acuerdo a las pintadas que hacen blanco en la antiquísima construcción. En el interior, una penumbra se impregna con persistencia en la mercadería desparramada por los rincones. Bebidas de segundas marcas, algunos comestibles... y no mucho más. De tanto en tanto, algún que otro cliente aparece para romper la monotonía desafiando el silencio. Cómo subsiste el almacén allí, es una gran pregunta.
La Voz de Colegiales procuró desentrañar ese misterio, pero se topó con una veterana encargada que no estaba dispuesta a dialogar. Y mucho menos, a dar datos. Tampoco permitió que tomáramos fotos dentro del local. "El dueño no quiere", se excusó la señora, sin ningún interés por ser amable.
Y allí se terminó la nota. Sacamos la foto de la parte exterior y seguimos nuestro camino. Adentro, el silencio y la oscuridad acababan de ganar otra partida.
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