En el local número 50 del Mercado, Mirna y Ricardo llevan adelante un emprendimiento que a punto está de cumplir 20 años. Su nombre es, justamente, «Mirna y Ricardo», y se trata de un negocio dedicado a la iluminación y el diseño y fabricación de pantallas. Mirna, en su diálogo con La Voz de Colegiales, nos dejó estas frases y opiniones.
«Originalmente, lo que hacíamos era restaurar marcos y vender cristalería. Unos años después me trajeron un par de arañas para restaurar y comenzamos a dejar de lado la cristalería. Al mudarnos al M2 (N. de la R: el predio vecinos en el que los puesteros se establecieron provisoriamente entre 2006 y 2011), nos fuimos metiendo de lleno en el diseño y fabricación de pantallas».
«Este barrio me gusta pero lamentablemente vivo lejos. Soy de Valentín Alsina, partido de Lanús. Todos los días vengo en dos colectivos hasta el Mercado. Primero el 160 hasta Corrientes y Gascón y de ahí el 168. Son un par de horas de viaje. Pero no me quejo porque me gusta mucho lo que hago, soy una apasionada de esto».
«En Lanús está nuestro taller. Ahí nos encargamos del trabajo que el público no ve: la producción, la fundición de bronce, el baño sobre metal, coser, encintar... El diseño de las lámparas intento hacerlo en base a la creatividad propia. Me encanta la etapa de ponerme a crear. También copio modelos viejos o los que, por ejemplo, observo en revistas especializadas».
«En el Mercado somos unos cuantos los que nos dedicamos al mismo rubro. Antes eran dos o tres los locales de iluminación. Hoy son como veinte. No voy a negar que hay bastante competencia, pero si ésta estimula el crecimiento, es positiva. Por mi parte, los diseños son muy personales, no copio lo que veo en los negocios de los colegas. Y mal resultado no da. Todo lo contrario: así logramos armar una clientela de años, que está muy contenta con nosotros».
«La prueba de que hay gente que valora mucho lo que uno le puede llegar a ofrecer como fruto de ese amor por el oficio, es que vienen clientes de muchos lados. Quizás parezca increíble, pero existe una familia en Tucumán nos elige a pesar de la distancia. En nuestro caso se da muchísimo el boca a boca. Es fundamental, y eso fue lo que sucedió con esta familia: un día, de casualidad, cayó una persona y se llevó para su provincia algo que le gustó mucho. Nos fue recomendando y con el tiempo, empezaron a aparecer la madre, la abuela, una tía... Los que vienen una vez suelen volver porque se quedan satisfechos y valoran el esfuerzo que hacemos para cumplir con el cliente. Ese es uno de los grandes secretos de todo negocio».
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