Mariano Closs, con un ejemplar de «La Voz de Colegiales»
Mariano Closs escucha la pregunta y se le ilumina el rostro. «¿Qué recuerdos tengo de Colegiales? Uhhh, todos», resume el periodista en apenas cinco letras. Y cuando agrega que vivió en el barrio los primeros 25 años de su vida, uno comprende el motivo de su emoción.
En 2012, se produjo el regreso de Mariano. Pero, en este caso, por razones laborales. Es que a principios del año pasado, fue contratado por la Rock And Pop para conducir las transmisiones deportivas y la tira diaria Rock And Closs, que se emite de lunes a viernes a las 18 horas. «Cuando me convocaron para trabajar en esta Radio, sabiendo dónde estaba ubicada, la novedad me llenó de emoción, de entusiasmo», le comenta a La Voz de Colegiales, en referencia a que el edificio de la emisora, está en Freire y Palpa, «a unas pocas cuadras de mi casa», indica Mariano, que vivía en Aguilar y Conesa.
Casualmente, esa cuadra de Aguilar al 2800, fue escogida en nuestro número anterior para ser parte de la sección «Paisajes de mi barrio», debido a la tranquilidad y el silencio que reinan a lo largo de cien metros cobijados por una espesa arboleda. Mariano, lo corrobora con su testimonio: «Los autos pasaban muy poco y ese empedrado era bárbaro. Ahí jugábamos a la pelota contra los portones, con mis amigos de toda la vida». Como buen colegialense, el actual periodista concurrió a un tradicional colegio primario: el Marcos Sastre de Loreto entre Zapiola y Freire.
Cuando se lo consulta por otros recuerdos que le quedaron grabados, una rápida conexión mental le permite traer a la memoria «mis tardes en la estación, las veces que me tomaba el tren por el simple hecho de pasear, cosa que hoy nadie puede hacer por una cuestión de seguridad. Caminar por Lacroze y Cabildo, que es eterno, esperar el colectivo 63 o el 42 en Lacroze y Conesa; la vieja feria de Crámer, del otro lado de la Avenida; cruzar la vía para ir a jugar a la pelota a la plaza de Moldes, el almacén de mi casa, la famosa Calesita y el amigo que giraba la rosca para abrir la barrera, que tengo presente hasta el día de hoy. Todos esos recuerdos son extraordinarios».
Por ser un alguien que tanto recorrió la zona, es inevitable saber su opinión sobre la eliminación del viejo paso a nivel y la inminente inauguración del Viaducto. «Y, me tengo que abocar a estos tiempos -desliza-. Si es para bien, bienvenido sea. Ahora que manejo, te digo que te facilita mucho la circulación. Lo que pasa es que era tan tradicional esa barrera que es difícil pasar por ahí y que ya no esté más».
Por último, accede gustoso cuando tras obsequiarle un número de nuestra revista, le pedimos que pose con ella para la foto. Y antes de la despedida, remata: «Antes de trabajar acá, cada vez que me tocaba venir por la zona, trataba de pasar cerca para seguir conectado. Uno puede crecer, mudarse, pero las raíces espirituales no las pierde nunca».
Aguilar entre Conesa y Crámer. En esta cuadra transcurrió gran parte de la infancia del relator.
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