Luis Cofiño, dueño del legendario Bar Conde
Hay un encanto difícil de describir en este bar de Conde y
Lacroze. Que parece como que el tiempo no transcurre igual que en el exterior,
ya no es ninguna novedad. Pero hay algo más…
Su propietario, Luis Cofiño, lleva nada menos que 46 años a
cargo de esta verdadera reliquia del barrio. Pero sería caer en un grave error,
pensar que el bar existe desde ese ya lejano 1966, ya que su creación data de
¡1902!
Don Luis resume la historia de esta manera: “Por el 1900
esta era una zona de quintas. Recién empieza a edificarse a partir de la
necesidad de hacer calles transversales entre Corrientes y Cabildo. Y esta es
una de las primeras construcciones. Siempre fue un bar. No hubo otra cosa en
este sitio. Al principio era como esos viejos bares-almacenes que tanto había y
con el correr del tiempo desaparecieron. Después fue cambiando hasta ser lo que
es hoy”.
Cuando don Luis pronuncia esta última frase, uno levanta la
vista, esperando hallar esa modernidad a la que hace alusión nuestro
entrevistado. Pero, con alivio, se da cuenta que no hay tal señal de evolución.
Apenas, un “agiornamiento” indispensable para no caer en ese aburguesamiento
tan peligroso.
La historia personal de Cofiño también amerita una reseña.
“Nací en Asturias, España. Siendo muy joven, vine a vivir a la Argentina , en 1960. Primero
fui empleado, un tiempo después abrimos un bar en Lavalle y Esmeralda, con
otros muchachos” Seis años después de pisar suelo argentino, los caminos de don
Luis y la mítica esquina de Colegiales se cruzaron para unirse hasta nuestros
días. Y ya pasaron 46 años…
“¿Cómo fue? Yo vivía en Lanús –apunta Luis- y surgió la
posibilidad de alquilar este local, junto con un tío. Así lo hicimos. Mal no
nos habrá ido, porque todavía estoy acá”.
El bar tiene su clientela fija: parroquianos enamorados de
un ambiente espacioso, que invita a permanecer horas enteras, ya sea estudiando
para la facultad, leyendo un libro o charlando con amigos. También hay un par
de televisores (nada de plasmas exagerados en pulgadas) a los que casi no se
les presta atención. Aquí, el atractivo principal no es lo multimediático sino el
clima familiar y algunas exquisiteces gastronómicas, como el sándwich de pan
francés, crudo, queso y manteca, un café con leche con medialunas o los aperitivos
tipo Cinzano o Campari con picadita.
Por allí también anda un gato, queriéndose hacerse amigo de
los visitantes. Pasea entre las mesas y a nadie parece molestarle su
insistencia. En el lugar nadie tiene apuro. En su sereno paso al atender, queda
claro que don Luis, tampoco. Y mucho menos apuro tienen los dueños de la
esquina, en vender la propiedad, a pesar de las propuestas que, dice Cofiño,
llegan a cada rato. “En Colegiales sucede que los viejos se van muriendo y los
hijos se tientan con las ofertas que les acercan los que quieren construir.
Pero esta gente es excelente, no les importa vender. La familia es dueña de la
esquina desde principios del siglo pasado. Y no sólo de este bar, también de
las propiedades que están al lado. Yo nunca tuve un problema con ellos, en las
peores épocas del país me han sabido aguantar”.
Cofiño, casado y padre de tres hijos, vincula esta opinión con
lo que piensa de la situación actual de la Argentina. “Me preocupa
cómo está la cosa, más que nada por los chicos, por el futuro. No me gusta cómo
se maneja este gobierno. Hay mucha soberbia en la presidenta”, reflexiona el
comerciante. Con respecto a la inseguridad en el barrio, explica que fueron
varias las veces que robaron en el local, si bien, reconoce, “hace ya un tiempito que no pasa nada”. El
episodio más grave a nivel violencia, le tocó padecerlo en plena crisis de
2001. Para graficarlo, se señala el pecho: “Tengo abierto de acá hasta acá”,
dice, trazando una imaginaria línea recta con sus dedos. Fue de una vez que
entraron, le dispararon y debieron operarlo de urgencia. “La pasé muy mal”,
remata.
Más de una década después, don Luis está intacto. Al igual
que el legendario Bar Conde, el templo que abrió sus puertas a principios del
siglo pasado, y que más de cien años más tarde, conserva su asombrosa vigencia.
1 comentario:
Es histórico ese bar, espero que no lo saquen como al Bar Argos, otro emblema de Colegiales que quedo en el pasado y que no le pinten las paredes.
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