Hoy no, mañana tal vez…
¿Cuántas veces te has escuchado a ti mismo
diciendo frases tales como “tendría que haberlo hecho”, “el lunes comienzo”,
“hoy no lo termino, mañana lo hago“, “alguna vez lo haré”? ¿En cuántas
oportunidades tuvimos al final del día la sensación de que nos propusimos algo
y que estamos frustrados por no haberlo hecho porque planificamos mal nuestro
tiempo o porque nos distrajimos con otras cosas que evitaban que nos aboquemos a
eso que nos habíamos propuesto?
¿Cuántos proyectos sin realizar tenemos
en nuestra vida, “asignaturas pendientes”, que si las tomáramos más en serio
nos acercaríamos a sueños que enriquecerían lo que somos y deseamos? ¿Cuántas
veces hemos postergado para más adelante la solución de problemas frente a los
cuales nos hemos colocado como si los mismos se arreglaran solos? ¿En cuántas
ocasiones nos hemos resistido a poner
nuestra salud al día, arriesgándola, y colocando a nuestro cuerpo ante la
posibilidad de vivir procesos que no
tienen retorno? Cuando debemos hacer una acción o una elección y no la hacemos,
esto ya es una decisión, aunque no seamos conscientes de ello. A veces, los
logros de la vida implican continuar, en el lugar en que otros decidieron
parar.
La dilación o procrastinación (¿conocías esa
palabra?) es un problema que presentan las personas que buscan siempre dejar
temas como estos para más adelante. Es cierto que todos alguna vez hemos hecho
caso omiso a aquello de “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, pero
algunas personas han hecho de la postergación una conducta repetitiva que
empobrece su vida, la detiene en el tiempo y aun pone en riesgo la vigencia de
sueños por los que valdría la pena vivir.
La procrastinación es, en definitiva, un gran límite para
alcanzar aquellos objetivos que deseamos en la vida, desde darnos un momento
para aquel pasatiempo que tanto nos gusta, hasta objetivos más importantes relacionados
con el área personal, laboral o familiar.
El postergar es a menudo un engaño a nosotros mismos que termina siendo una agresión. Ello se debe a
que nos fallamos no tomando en la práctica medidas para alcanzar aquellas cosas
que deseamos.
Más allá del falso alivio que pueda generarnos en un primer
momento, el posponer interminablemente implica un gran desgaste que puede,
según vaya progresando la situación, llevar a sentir culpa, una gran angustia o
incluso a la depresión.
Por lo general, tendemos más a postergar aquellas cosas que
nosotros mismos decimos que queremos hacer que aquellas que otras personas nos
ordenan que hagamos.
Alguien ha dicho que la muerte no es la pérdida más grande en la
vida, la pérdida más grande es lo que muere dentro de nosotros cuando debiera
seguir vigente, estando vivos. Y esto último
está alimentado por la falsa idea de que somos inadecuados, que no valemos, que
no inspiramos amor, que somos incompetentes, que no tenemos talentos. Las
creencias incorrectas sobre nosotros mismos en esa línea nos llevan a la
parálisis, al dolor y a la tristeza. Fomentan el desgano y la pereza. La baja
autoestima es un pecado contra el cual debemos luchar.
La confianza en uno mismo y en los sueños es la
primera condición para marchar hacia el logro de nuestras metas. Estas no
dependen de la suerte. Dependen
de lo que se espera y lo que se logra día por día. Algunos son demasiado impacientes y les juega
en contra saber que encarar ciertos proyectos o soluciones demandarán un tiempo
de acción y de espera olvidando aquello de que una flor no crece de un día para
otro o que algunos aprendizajes que hemos logrado en nuestra vida nos han
demandado tiempo, a veces mucho tiempo.
Hay muchas causas por las cuales las personas
postergan. Una razón es porque esperan muy poco de la vida, han perdido sus
sueños. Sus expectativas son muy bajas, temen fracasar o son excesivamente
perfeccionistas. Tienen miedo por la pérdida de confianza en sí mismos y como
consecuencia su desempeño es mediocre. ¿Esperas muy poco de la vida? ¿Cuáles
son tus expectativas? Algunos dilatan porque no le dan importancia a sus
propias cosas o a la tarea que realizan, otros usan su dedicación a los demás
como una excusa para no ocuparse de las cosas de sí mismos que se deberían ocupar.
Cambiar el hábito de postergarlo todo haciendo de la inercia una
estrategia de vida, activar nuestras decisiones, evitar la duda permanente,
enfrentar algunas dificultades y conflictos que el crecimiento nos trae,
modificar ambientes y climas que frenan nuestro accionar, evitar dejar todo
para último momento pensando que es más fácil actuar bajo presión, tolerar
y aprender más de nuestros errores,
evitando la autocrítica desmedida, fomentar la creatividad, son algunas de las
tareas y actitudes que deberíamos promover en nosotros.
Hugo N. Santos
El autor de este artículo es pastor de la Congregación Unida
“El Buen Pastor ”
(Lacroze y Zapiola).
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